sábado, 27 de junio de 2015
EDAIC Varela (Equipo Distrital de Alfabetización Inicial y Continua): Semana de la Lectura - DGCyE
EDAIC Varela (Equipo Distrital de Alfabetización Inicial y Continua): Semana de la Lectura - DGCyE: El próximo lunes 8 comenzará en todas las escuelas de gestión pública y privada de la provincia de Buenos Aires, una campaña para fomentar l...
viernes, 26 de junio de 2015
Cultura y participación
Cultura
y participación. Autora: Prof.
Laura J.I. Serrano*
“La
cultura en general es el alma de los pueblos”
Si hablamos de
cultura, Terri Eagleton nos dice que es el conjunto de valores, costumbres,
creencias y prácticas que constituyen la vida de un grupo específico.
Surge por las
necesidades de los hombres y su aportación social; después de miles de años ha
pasado por muchas transformaciones y ha evolucionado, ha avanzado desde el salvajismo hasta la era
más desarrollada. La transformación y evolución
de la cultura son una función histórica del desarrollo natural humano y
a la vez una función del desarrollo cultural en la sociedad, según Emilio
Rosemblueth.
En el marco de
pensar a la cultura como una parte
central del capital social, es posible plantearnos ¿cuál sujeto
histórico será el objeto de la política cultural futura en nuestro país?
Esta pregunta en torno al sujeto histórico portador de la
cultura adquiere en los horizontes latinoamericanos un carácter de urgencia;
por los procesos de exclusión creciente que han venido sufriendo en las últimas
décadas sobre todo en el neoliberalismo global, condenándolos a la pobreza, a
la invisibilidad y a la exclusión.
Muchas de las biografías de los jóvenes que
viven una búsqueda de identidad “alternativa” en medio de la pobreza y la
exclusión, están atravesadas por la ausencia de instituciones “normales” o tradicionales, aceptadas por la
sociedad en su conjunto. Estos jóvenes han abandonado tempranamente la escuela,
por crisis económica, por una “opción” por la violencia o porque la familia es
incapaz de sostenerlos en esta institución.
Pero si algo
caracteriza a los colectivos juveniles
insertos en procesos de exclusión y de marginación en su capacidad de
transformar el estigma en emblema
(Regrillo 1991) es decir hacer operar con signo contrario las
calificaciones negativas que le han sido imputadas.
Por lo cual viendo a este sujeto histórico portador de la
cultura actual de nuestro país y en el marco de los nuevos contextos sociales y
políticos ya no se puede pensar sólo a la cultura y las políticas culturales
como soporte de la integración social y el desarrollo. Nunca como hoy las
políticas culturales deben pensarse en
tanto políticas sociales, al tiempo que
nunca resultó tan necesario el atender debidamente las bases culturales de
cualquier desarrollo consistente y sostenido.
En nuestro país
existe un sistema Educativo público que fue cimiento fundamental de una
sociedad integrada. Pero desde hace décadas y básicamente durante los ¨90 el
modelo cultural que le dio sustento está en buena medida agotado y a pesar de
los enormes esfuerzos presupuestarios y de innovación tecnológica ha decaído su
prestigio social y generado inequidad cuando antes generaba ascenso social e integración en grandes
grupos sociales.
Sólo desde
perspectivas culturales renovadas será posible lograr los acuerdos necesarios
para que prospere esta reforma educativa que se viene dando de manera más o
menos efectiva en correspondencia con las exigencias actuales que incluye a los
jóvenes; a partir de las políticas educativas y culturales que constituyan una variable del
desarrollo para nuestra sociedad; y acá
surge un nuevo interrogante de:
¿Qué modelo de relación entre Estado y sociedad resulta más
fecundo para el área de la cultura que propicie la participación de los
jóvenes?
Partiendo de
saber que la cultura es acumulativa, por definición se perfila y
construye desde tradiciones, lo cual significa asumir acumulaciones, aprender
que el mundo no empieza con nosotros, que
las políticas culturales no prosperan ni arraigan desde las escisiones
culturales. Los jóvenes no están “fuera” de lo social, sus formas de
adscripción identitaria, sus representaciones, sus anhelos, sus sueños, sus
cuerpos, se construyen y se configuran en el “contacto” con una sociedad de la
que también forma parte.
Dijo Bordieu que “la juventud no
es más que una palabra”, pero lamentablemente los signos contemporáneos
parecen indicar que ese sustantivo como lo llamaría Borges, se convierte
aceleradamente en la acumulación de adjetivos excluyentes.
La inclusión del
colectivo juvenil que es parte de la construcción de una
democracia cultural participativa,
es posible en nuestro país a partir de las políticas culturales pensadas en
tanto políticas sociales de inclusión, de la creación de un Ministerio de Cultura, de la
inauguración en muchos pueblos del interior del país profundo de Casas de la
cultura en las viejas estaciones ferroviarias abandonadas que la comunidad puso
en valor o el gran palacio de correos reciclado que permitirá a todos y a todas
disfrutar de la cultura y así preservar el patrimonio de todos los argentinos
para que ya no sea necesario como en otras épocas “llevarle la cultura” o “educar al soberano”, al pueblo ya que carecía
de ella, así como de las facultades de producirla. Para que este nuevo
paradigma cultural público, esta democracia cultural permita que todos los ciudadanos
puedan ser productores de bienes artísticos,
ya que a la cultura la
producen los pueblos y que no se siga
circunscribiendo el termino CULTURA a la producción artística e intelectual y a
los bienes tangibles monumentales que representan, restituyendo presencia a los
poderes hegemónicos del pasado, que dan
continuidad histórica a dichas hegemonías con la lógica percepción del campo de
la cultura como un coto cerrado, distante y
por ende lujo suntuario.
El legado de las culturas populares, que da
memoria y cuenta de las luchas y los sectores que las construyeron, no es muy
incluído y debería serlo.
Porque los
materiales con los que hicieron sus
obras tangibles son perecederos y su mayor riqueza se encuentra dispersa en los
bienes intangibles: mitos, leyendas, fiestas populares, tradición oral,
canciones, coplas y refranes, todo lo cual es confinado al “folklore”, pero no
debemos olvidar que el gran patrimonio de las culturas populares se ha nutrido
a lo largo de nuestra historia de la cultura erudita pero de manera más notoria
de la llamada cultura de masas.
Por eso no debemos
olvidar que entre ambos universos
cultura erudita y cultura popular se encuentra la de mayor incidencia en nuestros tiempos actuales, los medios de
comunicación y en primer lugar la T.V. que en el campo de la cultura construye
cotidianamente las identidades, los sentidos y los imaginarios colectivos,
básicamente de los niños, adolescentes y jóvenes. En este punto fue muy
importante para nuestro país la Ley de Medios que permitió que el territorio de
los medios masivos de comunicación y las
industrias culturales pasaran a formar parte de lo público, dejaran de ser
competencia exclusiva del sector privado manipulador de contenidos; designando
a la cultura como “ Forma de convivencia”, remitiendo a la cultura de las
relaciones sociales, asociada a la noción de ciudadanía y a la revalorización
del espacio público ( Arizpe 1999) pero también
revalorizando el Capital Social (
actitudes, prácticas y disposiciones de los individuos y grupos) entre ellos la
confianza, el grado de asociabilidad,
las capacidades de colaborar entre sí y
de innovar que son factores culturales determinantes del desarrollo de las
comunidades. (Klisberg y Tomassini 2000)
Podemos
concluir en que se necesitan políticas
culturales activas, con impulsos renovadores y reformadores, con una fuente
reivindicación del espacio de la
política para que la construcción de una Democracia Cultural Participativa sea
posible, con el convencimiento de que la cultura no sólo es un recurso a
explotar, sino una fuerza que crea, que provoca, que incita a la participación
y al enriquecimiento de la vida cotidiana de los ciudadanos, que pese a los
intensivos procesos de expropiación simbólica, nuestra cultura resistió: la
arrogancia de los tecnócratas, la represión de las dictaduras y la destrucción
de los fundamentalistas del mercado y ahora más que nunca alimenta el
imaginario de la justicia social, la revalorización del espacio público y la
voluntad de construcción de un proyecto colectivo, motivándonos a volver a
creer que el cambio es posible. Son los pobres
e indigentes y de manera prioritaria los niños y jóvenes quiénes
necesitan planes culturales destinados a restituirles identidad, autoestima,
conciencia de sus derechos, capacidad de comunicarse, expresarse y crear,
actuar para construir un presente y un futuro mejores fortaleciendo su
resiliencia.
Con el Estado
Nacional como garante en el duro camino de reconstrucción emprendido, teniendo
a la cultura como una poderosa herramienta de inclusión social y el signo
distintivo de nuestra voluntad de constituirnos en Nación.
BIBLIOGRAFÍA:
·
Arizpe, Lourdes
(1999); “El objetivo de la convivencia”, en AA .VV. “Informe Mundial sobre
la Cultura”, UNESCO-CINDOC, Madrid, España.
·
Bourdieu, Pierre (1988); “La distinción. Criterio y bases sociales del
gusto”, Altea, Taurus, Alfaguara, Madrid.
·
Eagleton, Terry. “La idea de cultura”, Paidós,
Barcelona, 2001.
Klisberg, Bernardo y Tomassini, Luciano (2000),
Comp, VV :AA. “Capital social y cultura : claves estratégicas
para el desarrollo”, BID, Fundación
Felipe Herrera, Univ. De Maryland, FCE, Buenos Aires
Rosemblueth, Emilio. “Razas
culturales”, El colegio Nacional, México, 1982.
·
Zallo, Ramón (1992); “El mercado
de la cultura. Estructura económica y política de la comunicación”, Donostia (Gipuzkoa).
·
Autora: Profesora Laura J.I. Serrano,
Postgrado en Ciencias Sociales FLACSO , Profesora especializada en educación
Preescolar, Maestra Normal Superior, ISFD N° 3.-2015-La Pampa- Argentina.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)